martes, 20 de mayo de 2008

Cuentas


Ni horóscopos ni tarotistas ni un médium ni un psicólogo. Nada ni nadie será capaz de salvarte si la cuenta no cierra.



En mi mundo las cuentas cierran…


*** Si tras una noche fría logro calentar mis manos con los rayos de sol que asoman entre los árboles.
*** Si tras silencios egoístas las letras de un amigo colman el monitor.
***Cierra si los personajes consiguieron vida.
***Cierra si los recuerdos pueden aproximarse sin generar rencores.
***Cierra si allí, donde otro pone desidia y engaño, se coloca un sonriente punto final.
***Cierra si puedo arrinconar a mi soledad y obligarla a escuchar mi visión de la historia.
***Cierra si les demuestro a los que amo, eso: que los amo.

***Cierra si ya desesperé.





Are you such a dreamer?
To put the world to rights?
I'll stay home forever
Where two & two always
makes up five
(¿Eres tan soñador?
Crees que vas a poner el mundo a derechas?
Yo me voy a quedar siempre en casa
Donde dos y dos siempre suman cinco.)



P.D.: en la imagen “mi mundito” según Rafael.

martes, 13 de mayo de 2008

Atrapasueños



“Según la creencia popular, su función consiste en filtrar los sueños de las personas, dejando pasar sólo los sueños y visiones positivas, desechando las negativas.”

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Tengo una historia para contar. Una historia que se fue construyendo entre frases perdidas, imágenes sueltas, sentimientos.


A ver…


Eran las cuatro menos cuarto en el reloj de la estación…

(Sí. Eran las cuatro menos cuarto pero esta estación es mucho más pequeña que aquella que guardan mis recuerdos. Trato de buscar una explicación: el mundo infantil es infinito.)

El tren llega a las cuatro, le digo a un perro que descansa sobre los rieles abandonados…

(No responde. Tan sólo se digna a mirarme con un ojo.)

Dibujando una curva, el tren se aproxima. Se detiene. Resta buscar el rostro conocido-desconocido. El rostro del extranjero en la ciudad de los Tilos.

(Sé de una “camisa negra” que debo buscar entre las manchas descoloridas que descienden de los vagones.)

-Dejo el texto acá: la fiebre no me permite fijar la vista sobre el papel. Dónde acomodar una frase tan hermosa como “el universo nació para nosotros, seremos sus dueños”?-


Decía, entonces, que entre la gente adiviné su rostro.

Descubierto entre cientos de pasajeros, le hablé como si compartir las veredas que pisamos fuera una rutina. Un “nosotros” caminando por la avenida cuarenta y cuatro en dirección a la plaza.

(¿Viste al hombre de la bicicleta? Se bajó del tren. Vende plantas allá…)

Ahora la plaza. No está en mi naturaleza ser una “guía turística”. De hecho olvidé indicarle cual era el monumento principal de la plaza Italia. La majestuosidad del águila quedó opacada por mi caprichosa selección de curiosidades. Mascotas, panes rellenos, indios ecuatorianos. Vangelis y Moctezuma abrazados una tarde de domingo. Los atrapasueños que no compraremos.

(Vale sonreír para demostrar que es una tarde grata. Lo sabemos)

Un par de metros más y encontraremos la torre de las princesas. Soy la carcelera allí. Mezclo las piezas del rompecabezas para que nadie me encuentre.

(Para no encontrarme)

-Uf. Nuevamente la vida haciendo su trabajo. Cero tiempo para escribir cuando hay inspiración. Cero inspiración cuando hay tiempo. ¿Y el lugar para “el universo nació para nosotros, seremos sus dueños…”?-


El sol comienza a descender. Noveno… séptimo… primer piso. Llegará la noche con su luna llena mientras tratamos de descifrar los acordes de una nueva caja de música.

Caminata hacia el último tren. Cerrarán la estación hasta la próxima visita.

Efímero y eterno: dos caras de un mismo momento.

(El hombre de la bicicleta retorna a su casa con las plantas que no vendió)

Quien se va dejó de ser extranjero. Sube al vagón iluminado con este pedazo más de historia.

Me quedo parada en el andén viendo como el tren se aleja. Miro al cielo. La luna allí.

Pienso en la hermosa historia que puedo contar… Una que hable de compañía, de sentimientos, de fantasmas y brujas.

Pero para eso está él…

Yo, mientras tanto, intentaré reencontrarme con esos indios y comprarles un atrapasueños. Seguramente allí, en la tela de la araña, me esperará el universo que nació para nosotros.








viernes, 9 de mayo de 2008

Un día mágico.

Existe un día mágico que según dicen se da una vez cada 30 años, en el cual la gente no importa que edad tengan son llevados a la misma edad de 9 años... Esto es en ese día todo el mundo entero posee 9 años sin importar cuan viejo estén, incluso los recién nacido crecen en ese día, salvo los que tienen 9 años, ellos desaparecen...

Se cree que ese dia es el unico en el que no existen diferencias en el mundo... Todos estan felices... Todo es juego... El mundo se convierte en la infancia perdida y para los mas pequeños la anhelada. Muchos viven la extraña experiencia de sentirse enamorados, con amores que van y que vienen sin llorar por ello ya que también es parte de un juego, aunque también haya algunos que esperen que sea para siempre...
Las juegueterias están abiertas de par en par y el acceso no esta restringido... Las casas se vuelven de caramelos y confites pero no existen brujas.

Ese día el mundo se vuelve especial, único e incomparable... Desgraciadamente el destino borra todas las mentas cuando las 24 horas se desvanecen después del atardecer y todo cobra nuevamente su forma original.

Soñemos que ese día quizás sea hoy y hagamos de la vida un juego que después de todo no es ni mas ni menos que eso un largo juego.


Nunca es demaciado tarde para ser un chico:




Hoppipolla by Sigur Ros.

domingo, 4 de mayo de 2008

La máscara de la muerte roja.

Durante mucho tiempo, la “Muerte Roja” había devastado la comarca. Jamás peste alguna fue tan fatal, tan horrible. Su encarnación era la sangre: el rojo y el horror de la sangre. Se producían dolores agudos, un repentino vértigo, luego los poros rezumaban abundante sangre, y la disolución del ser. Manchas púrpuras en el cuerpo y particularmente en el rostro de la víctima, segregaban a ésta de la humanidad y la cerraban a todo socorro y a toda compasión. La invasión, el progreso y el resultado de la énfermedad eran cuestión de media hora.
Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios perdieron la mitad de su población, llamó a un millar de amigos fuertes, vigorosos y alegres de corazón, escogidos entre los caballeros y las damas de su corte, y con ellos formó un refugio recóndito en una de sus abadías fortificadas. Era una construcción vasta y magnífica, creación del propio príncipe, de gusto excéntrico y, no obstante, grandioso. La rodeaba un espeso y elevado muro, y este muro tenía puertas de hierro. Una vez que entraron en ella los cortesanos, se sirvieron de hornillos y de mazas para soldar los cerrojos. Resolvieron atrincherarse contra los súbitos impulsos de la desesperación del exterior y cerrar toda salida a los frenesíes del interior. La abadía fue abastecida ampliamente. Gracias a estas precauciones, los cortesanos podían desafiar al contagio. Que el mundo exterior se las compusiera como pudiese. Entretanto, sería una locura afligirse o meditar. El príncipe había provisto aquella morada de todos los medios de placer. Había bufones, improvisadores, danzarines, músicos, hermosura en todas sus formas, y había también vino. Dentro, había todas estas bellas cosas, y además, seguridad. Fuera, la “Muerte Roja”.

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